Hoy (el día que escribo, no el que publico) es el día de los inocentes y me siento algo juguetón. Por eso me encanta este día, es un oasis en un desierto de forzada alegría, fingida solidaridad y mucho gasto superfluo. Por una vez, un día al año, se premia el ingenio puro y duro, guste o no. Ya casi nadie respeta el día, y eso es un claro síntoma de cómo andamos.
Yo no voy a tomármelo a broma. Vamos a redecorar radicalmente nuestra casa a contracorriente. Adiós Navidad, hola Antinavidad. Vamos no a prescindir, sino a ridiculizar o corromper toda decoración navideña que se nos ponga a tiro. Es la guerra. De momento, al Papá Noel de la ventana me lo colgáis pero por el cuello. Y si es con un hacha clavada en la cabeza y los pantalones por los tobillos, mejor.
Los calcetines podemos ponerlos en la chimenea, siempre que sean apestosos y estén notablemente agujereados. El belén es otro tema lleno de posibilidades: podemos poner a Mazinger Z como San José, a Mafalda como la Virgen, un playmobil calvo como ángel 2 y una foto de Obama pinchada en Ken para el rey negro (este estaba clarísimo, salvo que tengáis una de Bill Cosby o de Denzel Washington).