Hay dos cuestiones que parecen en extremo preocupantes, relacionadas entre sí pero que trataremos por separado, al menos en principio: de un lado el aumento del precio de mantener una casa caliente y del otro el hecho de que muy pocos son los que saben cómo hacerlo sin desperdiciar energía a tontas y a locas.
Comenzamos por la primera de las ideas. Y ni siquiera nos vamos a ir a los que se ha dado en llamar “
pobres energéticos”, personas cuyos ingresos son insuficientes para pagar la factura de la electricidad o del gas. Nos quedaremos en una familia de clase media, con unos ingresos medios y un ritmo de vida moderado (que cada cual piense qué considera “medio” o “moderado”).
Pues bien: esa familia, no tan imaginaria, vive en una casa, cuya hipoteca están pagando sin excesivas dificultades y
decorada maravillosamente. Con un gusto fenomenal que debería dar en un ambiente extraordinario, vaya.
Un hogar casi ideal
Los muebles adecuados, en el sitio ideal, la iluminación perfecta, las paredes pintadas de modo que dan “
sensación de hogar”… Una casa ideal. Sin embargo, los amigos de la pareja y de sus dos hijos no suelen quedarse en este fantástico lugar más tiempo del imprescindible. Es más: la propia familia utiliza la vivienda, sobre todo en invierno, para poco más que dormir… ¿Por qué? La respuesta, en el próximo párrafo.
La casa de los, vamos a bautizarlos, ahora que ya han transcurrido cuatro párrafos, como Fernández es una casa maravillosa, con un ambiente que invita a quedarse y ser feliz dentro de ella. Salvo por un detalle. Viven en Ávila y lo hacen con un sistema de
gestión de calefacción deficiente.
Aprovechar cada grado
No se trata de que no funcione la calefacción, en su caso eléctrica, sino de que no saben aprovecharla. El coste de mantener el piso, un segundo de ochenta metros cuadrados, a una
temperatura agradable es tan elevado que tendrían que renunciar a sus vacaciones, a usar el coche y al postre de los domingos para poder pagarlo. Así están las cosas.
Pero no tendrían por qué estar así. Los Fernández tendrían que aplicarse –y aquí entramos en la cuestión de
gestionar de forma inteligente la energía- una serie de pautas o
consejos para el ahorro de energía:
Con
cinco consejillos, y sin obras en casa el ambiente del hogar de los Fernández, que va mucho más allá de lo que se ve, como en cualquier otra casa, ganaría muchos enteros. Veámoslos, por si además de esta familia puede aplicarlos alguna otra.
No tirar el dinero por la ventana
El primero de los puntos a los que debemos prestar
atención es a las ventanas. Por mucho que a través de ellas entre la luz del sol y nos alegren un barbaridad cualquier estancia, son también enemigas acérrimas del calor, sobre todo estamos en invierno. A través de ellas se nos escapa (atención) un 40% del calor de la calefacción que usamos.
Lo ideal es que tengamos
ventanas dobles, pues retienen más el calor; pero, si no es así, repasaremos las juntas con silicona. No es lo mismo, pero ayuda mucho. En todo caso, si no queremos usar la silicona, pondremos unos burletes. De esta forma, nos ahorramos el diez por ciento de un calor que, de otra forma, se iría a calentar el aire de la calle.
Hala: ya podemos bajar un grado el termostato, lo que nos va a suponer un
ahorro del 8% en la factura. Sí: has leído bien: un grado menos, un 8% menos. Y no hemos hecho más que empezar.
Si no lo usas, ciérralo
Otro detalle que nos permitirá ahorraros unos buenos euros es el que se refiere a las partes de la casa que no utilizamos: las despensas, los trasteros… si están abiertos, por la ley de los
vasos comunicantes (física, amigos) tienden a igualarse en temperatura al resto de la casa, con el esfuerzo extra que esto supone para nuestros radiadores.
Por no hablar del gasto absurdo de mantener un radiador encendido en una estancia que no utilizamos. Apaguemos los radiadores de las habitaciones que no se usen y cerremos las puertas: no va a influir en la
temperatura del resto de la casa, pero sí en la factura.
Ventilar no es congelar
Otra cosita: está muy bien ventilar la casa para que no huela a tigre en celo, pero basta con que lo hagamos, como mucho,
durante diez minutos y hacia mediodía, que es cuando son las horas más templadas.
Una mantita más
Por cierto, si te estabas preguntando a qué temperatura debería estar la casa en invierno para que el coste del sistema de calefacción esté por debajo del astronómico, calcula unos
22 grados durante el día y, si bajamos a 16 el termostato por la noche, el ahorro de esas horas será del 48% ¿O es que está prohibido poner una manta más en la cama o andar por la casa con el jersey puesto?
No le pongas obstáculos al calor
Un detalle que no debemos olvidar es el que se refiere a los radiadores, que han de estar
limpios y despejados, ya que el polvo que se acumula en ellos, así como cualquier obstáculo que se interponga, frenan la circulación de un calor que está muy caro.
En manos de profesionales
Habíamos hablado de “cinco consejillos”, pero existe una sexta idea que merece mención aparte: sería muy buena idea contar con el asesoramiento de expertos de empresas como, por ejemplo,
Remica. Lo que puede parecer un gasto es, en realidad,
una inversión: empresas como ésta nos asesorarán sobre la mejor forma de ahorrar. Más allá de cinco, aunque útiles, pobres consejos comparados con todo lo que podemos hacer.